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Periodismo internacional

El Gatopardo en Egipto

Tres años y tres mil muertos después, en Egipto han callado los gritos que reclamaban «pan, justicia y libertad», pero las reivindicaciones que provocaron el estallido social de 2011 siguen sin encontrar respuesta. Y el resultado de las últimas elecciones presidenciales, lejos de clarificar la situación política, devuelve el proceso de transición -si es que realmente llegó a existir- a la casilla de salida. En la plaza de Tahrir, símbolo de las revueltas contra la dictadura de Mubarak, relucían este jueves las estrellas de otro general.

Partidarios del mariscal al-Sissi celebran su victoria en la plaza Tahrir de El Cairo.

Partidarios del mariscal al-Sissi celebran su victoria en la plaza Tahrir de El Cairo.                Foto: Mai Saheen


El exjefe del ejército Abdel Fattah al-Sissi será el nuevo jefe del ejecutivo un año después de derrocar al islamista Mohamed Mursi. Al-Sissi ha ganado con más del 90 por ciento de los votos y sin embargo no es el apoyo popular que esperaba. Anunció que votarían tres cuartas de la población y solo lo ha hecho, según sus propios datos, el 46 por ciento. Y eso que amenazaron con multas a los abstencionistas, dieron día libre a los funcionarios, extendieron los horarios de los colegios y finalmente -como las urnas no se llenaban- ampliaron la jornada electoral hasta los tres días.

Su único rival, el progresista Sabahy, reconoce la derrota pero no la cifra de participación. «Los resultados, denuncia, son un insulto a la inteligencia de los egipcios». A Sabahy le conceden menos votos que los rechazados como nulos. Y los Hermanos Musulmanes, perseguidos después de ganar las anteriores elecciones, se atribuyen la mayor parte de la abstención y llaman a una «tercera revolución».

UE: «elecciones libres, pero injustas».

Según la Unión Europea, las elecciones han sido «libres, pero injustas». Un oxímoron que resume el trabajo imposible de 150 observadores en un país de 80 millones de habitantes.  Otras instituciones independientes son mucho más severas. Para Democracia Internacional la «atmósfera de intimidación y represión política han hecho imposible unas elecciones democráticas». Y según Human Rights Watch,  «la detención masiva de cientos de disidentes políticos despojan a estas elecciones de un significado real».

41.163 detenciones en 9 meses

Las dudas sobre la legitimidad de la victoria de al-Sissi se suman a una violencia institucional cronificada que se ha traducido en detenciones sin cargos, torturas en dependencias policiales y militares y «test de virginidad» a jóvenes opositoras. Solo en los nueve meses posteriores al golpe fueron detenidas 41.163 personas por motivos políticos, según un informe de la base de datos de la revolución egipcia Wiki Thawra, que detalla en este artículo la periodista Nuria Tesón.

La policía reprime una manifestación en El Cairo. Foto: Khalil Hamra (AP)

La policía reprime una manifestación en El Cairo.                                                          Foto: Khalil Hamra (AP)

1.211 condenas a muerte en un mes

Entre marzo y abril pasados, en apenas treinta días, la justicia egipcia emitió 1.121 condenas a muerte. Todas contra islamistas, entre ellos el guía supremo de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Badía. Si se cumplen, en Egipto serán ejecutadas muchas más personas que el año pasado en el mundo entero: en 2013 hubo 778 ejecuciones en 22 países, según Amnistía Internacional. En cambio, todavía no han sido castigados los responsables de la muerte de 870 personas en las revueltas contra Mubarak, entre otros muchos crímenes cometidos por personas e instituciones del régimen de Mubarak durante décadas.

La pobreza se dispara al 26 por ciento

La enorme tensión de los últimos tres años ha agravado la crisis económica, entre otros motivos, por la caída de los ingresos derivados del turismo. Los egipcios sobreviven hoy con una media de 13 euros al día. La pobreza se disparó en 2013 hasta el 26 por ciento. Uno de cada tres jóvenes está en el paro y, los que tienen trabajo, es de muy mala calidad. El nuevo gobierno necesitará recibir en 2014 entre 12.000 y 15.000 millones de dólares para poder mantener los servicios básicos y, a cambio, deberá implementar nuevas medidas de austeridad. Nuevos recortes que aumentarán las enormes diferencias entre ricos y pobres que se visualiza en la fotografía de El Cairo que reproduzco a continuación. A la izquierda, el distrito pobre de Dar El Salam, i a la derecha el barrio rico de Maadi. 

Diferencias entre ricos y pobres en El cairo

Una nación exhausta

Y a pesar de todo ello tengo amigos egipcios que celebran la victoria de al-Sisi. La mayoría no son partidarios del exjefe del ejército. Solo quieren que el país avance después de tanta sangre. Tienen miedo, además, de unos islamistas que intentaron gobernar sin buscar consensos. (Jordi Pérez Colomé explica aquí por qué una transición democrática se ha convertido en una restauración). Egipto es una nación exhausta y el cansancio se traduce en apatía política. ¿Significa eso que los egipcios renuncian a sus reinvindicaciones? En absoluto.

¿El fin de la revolución?

En estas elecciones, por lo menos, ha habido observadores y periodistas extranjeros. Y sigue siendo cierto, aunque la expresión esté ya muy manida, que los egipcios han perdido el miedo. Conocen el camino de Tahrir. Y volverán a la plaza en cuanto lo consideren conveniente. Egipto es un país de jóvenes (38 millones de electores tienen entre 18 y 40 años) que no parecen dispuestos a tolerar muchas más restricciones de los derechos humanos y libertades básicas.

Lo que ha ocurrido es que Egipto es una pieza demasiado importante en el tablero para dejarla caer sin control. Es una piedra angular de Oriente Medio. Hay demasiados intereses en juego. Demasiadas manos interfiriendo en el proceso desde dentro y fuera del país. ¿Qué ocurrirá ahora? Solo un loco o un charlatán se atrevería a responder. Los cambios de régimen requieren mucho tiempo. Tal vez generaciones. Y los derrotados de ahora pueden ser los próximos vencedores. Así que el futuro está abierto. Aunque, de momento, al-Sisi parece esa pieza que a veces cambia para que todo siga igual. Como en el Gatopardo.

 

 

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